A la Costa
Esta novela de fuerte contenido social, narra la historia ubicada a
finales del siglo XIX, cuando los "montoneros" estaban en lucha
permanente con los gobiernos conservadores de la época, en la ciudad de Quito,
Luciano de ideas liberales y Salvador proveniente de una familia católica se
conocen en la universidad y se convierten en entrañables amigos, a pesar de
pertenecer a diferentes ideologías.
Don Jacinto Ramírez y Doña Camila eran padres de
Salvador, de carácter manso y pasivo, su hermana Mariana era el reverso de su
hermano ambos criado con la moral católica. La amiga más íntima de doña Camila
era doña Rosaura Valle, vieja solterona, una figura repulsiva en la que sin
dificultad se adivinaba la enemiga acérrima de la belleza, de la alegría y de
la juventud, acabada por los malos tratos de la vida. Salvador
ya en la universidad conoce a Luciano Pérez con quien hizo la primera y única
amistad de su vida. Luciano pronto en su corazón joven sintió el nacimiento de
una verdadera pasión por Mariana el instinto le advirtió que Mariana también lo
amaba, ambos estaban persuadidos de su mutuo cariño y con todo, nunca pudieron
tener una conversación a solas en la que pudieran decirse lo que ambos sentían,
eran amantes vergonzosos. Así estaban las cosas cuando la beata hizo la
denuncia de las pretensiones de Luciano hacia Mariana Mariana
reconoció estar enamorada del joven Luciano, y enfrentó a su madre; Doña Camila
muy rabiosa prohibió a su hija volver a hablar con Luciano e igual hizo con su
hijo Salvador obligándole al joven romper la amistad. Pero sin embargo Mariana
y Luciano en un encuentro clandestino, venciendo todos los obstáculos que les
ponía esa sociedad cruel, se entregaron ese amor infinito, fugaz, inmortal. Un
día el doctor Ramírez regresó de la hacienda de Guayllabamba, y sintiéndose
repentinamente enfermo muere. Dejándola a doña Camila y a sus dos hijos en
orfandad. Mariana
lloraba desconsolada en su cuarto, por la muerte de su padre y también porque
se sentía impura, manchada, era una de tantas sacerdotisas del amor prohibido,
sin hogar, sin virginidad. Rosaura iba de tarde en tarde a
tratar de convencer a Doña Camila para que obligue a su hija Mariana a
dedicarse completamente a los asuntos de la iglesia. Poco a poco la muchacha se
creó una gran ilusión con el padre Justiniano. La
beata y en complicidad con el cura Justiniano, llevó a Mariana a una solitaria
casa, adecuada para albergar borrachos, rateros y prostitutas. Mariana sudando
de angustia y vergüenza inexplicable, atravesó los sucios patios y entró al
cuarto. Allí estaba esperándola, sentado en un sillón el padre Justiniano. La
beata encontró algún pretexto los dejó solos y cerró la puerta por fuera con
llave; dejando al cura realizar sus más bajos instintos de lujuria. Años
después Salvador y Luciano se reencuentran, teniendo este una gran curiosidad
por su amada Mariana; Salvador le cuenta que Mariana se había convertido en una
pérdida y lo peor; corrompida por un fraile que tenía de santo y que andaba por
las calles sucia llevando en sus brazos a un niño, hijo del fraile infame. Pero
el reencuentro dura muy poco porque Luciano debía viajar a Europa y Salvador
debía refundirse en una hacienda donde consigue trabajo. Ahí se gana la
confianza de don Roberto, el amor de su hija Consuelo y el odio de Fajardo que
pretendía desde hace mucho tiempo a la joven. Pasado el invierno llegó el dueño
de la hacienda, el señor Velásquez, se enteró de todas la maldades que hacia
Fajardo a Salvador, y enterándose del romance ayuda a los jóvenes para unirse
en matrimonio. Siete mese habían pasado todo era dicha y felicidad, Salvador no
se había sentido más feliz en su vida y a hora tendría otra dicha, pronto iba a
ser padre, pues Consuelo le había confesado que llevaba en su vientre el fruto
de su amor. Pero
una mañana de febrero, Salvador le cuenta a Consuelo que estaba enfermo,
acostado en una cama poco a poco fue agravando. Consuelo, amor mío, decía
Salvador, perdóname si te hago sufrir, pero debo decirte que muero. De la
ventana se divisaba el ancho Guayas, y el majestuoso Chimborazo, eran las
cuatro de la tarde cuando abrió la puerta un hombre alto, musculoso y bien
vestido, era su amigo Luciano.
He averiguado por ti. Y ahora vengo a verte, pero en
que estado, ¡Dios santo¡ Esta es mi mujer, dijo Salvador a
Luciano, abrázala, te recomiendo a mi madre…Si ves a, a...a Mariana, dile
que...le perdono ...no la maldigo… pobrecita, Me aho …Me ahogo… Consuelo...
estoy…
No concluyó
la frase...
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